viernes, agosto 11, 2006

MANIFESTACIÓN DE APOYO A DE LA SOTA

Hace instantes, aproximadamente a las 20 hs, bajaba de Ciudad Universitaria hacia el centro de la ciudad de Córdoba, y vi como un grupo de alrededor de 30 personas cruzaban muy animadas la Avenida Irigoyen. Portaban un cartel, casi grande como un pasacalle, en el cual llevaban escrito un agradecimiento al Gobernador De la Sota por las casas recibidas en el barrio-ciudad Evita. Eran en su mayoría niños y algunas mujeres embarazadas de evidente condición humilde, que se apuraban para encontrarse con la gran multitud reunida frente a Casa de Gobierno; en medio de un paisaje cercado por un sinnúmero de colectivos, trafics y el humo de los choripanes. Se trataba de la manifestación de apoyo a la gestión delasotista convocada por intendentes del interior provincial. Me parecieron una postal del clientelismo político de nuestro país, que "no permanece en los márgenes sino que es constitutivo de una forma de hacer política", según palabras leídas hace poco por mí en el libro Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia, de Hugo Quiroga. A continuación les transcribo algunos fragmentos alusivos al tema, cuyo abordaje me parece muy impotante para fortalecernos como ciudadanos independientes y libres de las manipulaciones políticas:


El clientelismo político no se presenta ya como un fenómeno circunstancial. Aunque sus orígenes son muy antiguos, su práctica se ha acentuado en los últimos quince años con el aumento de la pobreza y la marginación. El clientelismo no es algo que permanece en los márgenes de la política, sino que es constitutivo de una forma de hacer política. Este fenómeno adquiere cada vez más centralidad en la vida política de los argentinos, y ha dado lugar a una red que se teje entre el Estado, los partidos y los ciudadanos. La utilización de los recursos públicos que permite el intercambio clientelar abre paso a una red de lealtades personales que produce los peores efectos en la vida política y en la cultura ciudadana.

Es cierto, el ejercicio de la ciudadanía en la Argentina se halla manifiestamente condicionado por la marginación y las políticas clientelares, dos términos inequívocamente enlazados en nuestra realidad social. Así como la igualdad política (un hombre, un voto) es la condición necesaria para la existencia de la ciudadanía moderna, la igualdad social lo es para su realización efectiva. Lo contrario sería colocar a una masa importante de ciudadanos en una situación de vulnerabilidad. La desigualdad social supone, pues, dejar indefensos a unos ciudadanos con respecto a otros. El ejercicio pleno de la ciudadanía moderna no requiere, como en la antigua, de suficiencia o autonomía económica, sino de una posición de igualdad social mínima. La dificultad mayor no pasa tanto por encontrar una definición de "igualdad social mínima" como por su efectiva realización, por contar con los medios para alcanzarla. Este es el problema central.

La desigualdad de los iguales es cada vez más evidente. La magnitud de las desigualdades trasciende las fronteras de lo económico para alertar sobre un universo atravesado por diferencias de poder, de sexo, educación, etc. La ciudadanía moderna que consagra la igualdad de los derechos no suprime las desigualdades provenientes de la existencia material de las personas, las que se imponen desde afuera y nada tienen que ver con las desigualdades personales. Justamente, tenemos individuos diferenciados por desigualdades de hecho, desempleo de largo plazo, marginación, pobreza extrema, que no pueden constituirse en ciudadanos autónomos. ¿Se puede construir ciudadanía autónoma con marginación o con apatía cívica? ...los excluidos sociales, cuando votan, ¿lo hacen en las mismas condiciones de igualdad que el resto de los ciudadanos?, ¿su voto es libre o acaso está condicionado por las adversas circunstancias sociales y culturales que les impiden ser individuos totalmente autónomos? No cabe duda, hay un voto condicionado por la fatalidad de un contexto que origina y fundamenta las miserables políticas clientelares, que acompaña la acción de las diversas formas de la mediación política, representada por los partidos políticos y organizaciones políticas, como las de los piqueteros. En la oscuridad de estas circunstancias el voto deja de ser libre e igual.

Por consiguiente, los derechos formales no otorgan automáticamente la ciudadanía, porque esa condición no está disociada de la conciencia de ciudadanía, de la conciencia de que se actúa en un mundo común. Además, esa conciencia está asociada a la garantía del ejercicio de los derechos de ciudadanía. El clientelismo, el prebendalismo, la marginación no contribuyen a forjar la conciencia de ciudadanía, antes bien, desplazan cualquier intento de una ciudadanía autónoma.

El clientelismo político crea vínculos involuntarios que los ciudadanos no pueden construir libremente, porque están fundados en las necesidades más elementales que hacen a la sobrevivencia. Son vínculos forzosos que vuelven vulnerables a los individuos, sometidos como están por la despreciable distribución de prebendas sociales. Ellos nos hablan, precisamente, de la desigualdad y la falta de libertad de los ciudadanos. Muchas veces imaginamos ciudadanos autónomos que eligen sus vínculos libremente, sin embargo buena parte de ellos padecen el control que los ata a una forma de intercambio degradante.

No hay comentarios.: