domingo, diciembre 04, 2011

HISTORIAS DE EMPRENDEDORES*

Emiliano Cabrera y Matías Díaz son dos jóvenes inquietos que desde su ingreso al mundo del trabajo tuvieron una idea fija que no se pudieron sacar de la cabeza: ser alguna vez sus propios jefes. Hoy son dueños de su negocio y gozan de libertad y prosperidad económica. Aseguran que, con un poco de suerte, esfuerzo, responsabilidad y dedicación, tener un emprendimiento propio (sin morir en el intento) es posible.
                         
Todos los días a las diez de la mañana el local de "TyC Informática" abre sus puertas al público en el 4106 de la avenida Monseñor Pablo Cabrera. Hay varias computadoras que entregar, otras deben ser reparadas a domicilio, también hay que comprar insumos y atender a los clientes que entran al negocio. Sin embargo, por más que parezcan muchas las tareas a realizar, de todo se encarga una sola persona: Emiliano Cabrera.

"No me gusta que me estén mandando, que me den órdenes", son algunas de las razones que ensaya Emiliano al ser consultado de por qué dejó de ser empleado para pasar a ser dueño. "Quizá a veces estás obligado a trabajar cuatro o cinco horas de más, pero sabés que lo que producís en esas horas es para vos y no para otro", sostiene Cabrera, de 24 años, y que en junio se prepara para celebrar el segundo aniversario siendo su propio jefe.

En cambio, Matías Díaz, dueño de Pizzería Rocko, de Monseñor Pablo Cabrera 3955, encontró las motivaciones para decidirse a trabajar por su cuenta en las expectativas de superación económica que siempre tuvo. "En mi vida sólo tuve un empleo en el que trabajé alrededor de siete años. Era una pizzería en la que fui ascendiendo en responsabilidades, pero no lo veía en el sueldo. Me gustaba mi trabajo, pero sabía que si lo hacía bien para otro también lo podía hacer para mí, e incluso sentía que podía hacerlo mejor", afirma Matías muy convencido.

Duro al comienzo
En tanto, el titular de "TyC Informática" cuenta que fue difícil dar los primeros pasos en el camino a la independencia laboral. Dice que todo se dio precipitadamente cuando comprendió que era imposible seguir trabajando en la fábrica de su padre. Las discusiones constantes que surgían entre ellos fueron el detonante para asumir el riesgo de abrir su propio negocio.

Cabrera describe cómo fue su vida por aquellos días: "Estuve dos meses pasando las noches en el negocio porque no tenía rejas y temía que me entraran a robar. A mi novia le dije que se olvidara de salir conmigo y de cualquier otro gasto. No me quedó otra. Abrí con quinientos pesos en el bolsillo, y durante el primer año no me compré ni un cuarto de criollos".  

Al final, tanto esfuerzo fue premiado; primero con la buena fortuna y luego con la prosperidad. Y el mismo Emiliano así lo reconoce: "Tuve suerte. Mis primeros clientes me pagaron sus compras al contado y por adelantado sin conocerme. Eso me ayudó muchísimo a despegar porque yo no tenía crédito con los proveedores. De no haber sucedido así, directamente no les podría haber vendido".

Por su parte, Matías pensó con mucho tiempo de antelación todos los detalles que requerían tenerse en cuenta para montar su "Pizzería Rocko", tal como él la imaginaba. Ahorró dinero, vendió su auto y renunció a su empleo. Y en un momento dado estuvo tentado de poner un kiosko, pero comprendió a tiempo que su experiencia en el rubro pizzero era demasiado valiosa como para desperdiciarla.

"Al principio éramos dos. Y a veces me tocaba cocinar e ir a repartir en la única moto que tenía para delivery. Una vez un cliente casi no me cree que el mismo que le llevaba la pizza a su casa era también el dueño del local", recuerda Matías con una sonrisa, aquellas primeras jornadas hace tres años y medio atrás.

Díaz cuenta que haber tenido muchos amigos y conocidos como clientes en el comienzo le ayudó mucho. Pero asegura que el crecimiento de las ventas fue realmente notable cuando empezó a publicar en "Expresión Norte". "Yo leía la revista y veía que toda la gente que conocía también la leía, y por eso se me ocurrió publicitar. A partir de ahí, el teléfono no paró de sonar todas las noches y los pedidos fueron muchos más. Al día de hoy ya somos cinco personas trabajando todos los días".

Presente feliz y expectativas
Tanto Emiliano como Matías están muy satisfechos con la decisión que un día tomaron y que los puso al frente de su propio emprendimiento. Y motivos no les faltan: tienen mucho trabajo y disponen de una libertad y un compromiso con lo que les gusta que no podrían haber desarrollado como empleados.

Comparten la idea de mantenerse como están y no abrir sucursales o incorporar nuevos empleados. Pero difieren en las razones. Por ejemplo, Cabrera sostiene que su actividad es muy específica y no confía en que otra persona pueda hacerla con la misma responsabilidad con que él la asume. Mientras que Díaz no piensa en sumar otra pizzería porque siente que las cosas van a salir bien sólo si él está presente, y que no podría estar en dos sitios a la vez. Además, "el que mucho abarca, poco aprieta", se anima a advertir.

Finalmente, Cabrera y Díaz coinciden en revelar la verdadera razón del éxito a la hora de encarar un negocio propio: “Hay trabajar mucho, incluso fuera del horario del atención al público, resignarse a no poder ir a la mayoría de las fiestas familiares y estar siempre dedicado y pendiente de todo lo que concierne al negocio. Si no, es imposible que te vaya bien”.

*Nota de mi autoría aparecida en la Revista "Expresión Norte" en la edición de junio de 2011.

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